Villano antes que héroe

Javier Siñeriz Casado
4 min readOct 22, 2020

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Esa podría ser la frase que definiera la vida de Bert Trautmann, quien hoy habría cumplido 97 años. Bernhard Carl Trautmann luchó con la Luftwaffe -fuerza aérea de la Alemania nazi- en la Segunda Guerra Mundial antes de convertirse en Caballero del Imperio Británico. Entre un hecho y otro a Trautmann le dio tiempo a ser prisionero de guerra, portero repudiado por los hinchas del Manchester City y portero amado e idolatrado por los mismos que le habían repudiado.

Bert Trautmann nació en el seno de una familia humilde de Bremen y con tan solo 10 años se unió a las Juventudes Hitlerianas. El ascenso del nazismo era constante y notorio, por lo que, con el estallido de la Segunda Guerra Mundial, Trautmann decidió alistarse en la Luftwaffe como paracaidista. Sin saber muy bien cómo consiguió sobrevivir a la guerra, ser ascendido a sargento y ser condecorado con la prestigiosa Cruz de Hierro. Sin embargo, también fue prisionero. Y, en el tercero de sus arrestos, fue cuando le cambió la vida.

Trautmann cayó prisionero en al campo de Ashton-in-Makerfield, en el norte de Inglaterra. Allí fue donde encontró la que se convertiría en su gran pasión y lo que le daría la posibilidad de redención, el fútbol. Comenzó jugando como defensa, pero en un partido se lesionó y, como no quería dejar de jugar, terminó de portero. Nunca más dejaría la portería. En 1948 salió del campo de prisioneros y se le ofreció la posibilidad de ser repatriado a Alemania, pero Trautmann la rechazó. Su vida estaba en Inglaterra. Allí, militó un año en el modesto St. Helens Town hasta que varios ojeadores le vieron y lo tuvieron claro, su sitio estaba en la First Division, lo que hoy es la Premier League.

Solo un año después de salir del campo de prisioneros, Trautmann acabó en el Manchester City y se convirtió en leyenda, pero no fue bien recibido. La cuantiosa comunidad judía de Manchester, unida a quienes criticaban ese fichaje, decidieron protestar en Maine Road por la llegada de un portero “nazi”. Ni el club ni Trautmann se vieron afectados por las protestas, simplemente confiaron el uno en el otro. El guardameta alemán acabaría siendo portero de los citizens durante 15 años, jugando más de 500 partidos con los mancunianos. Sin embargo, toda esa trayectoria no se entiende sin la final de la FA Cup de 1956.

La final del torneo de fútbol más antiguo del mundo enfrentaba al Birmingham City -que partía como favorito- y al Manchester City de Trautmann. El conjunto de Mánchester estaba dando la sorpresa, ganaba por 3–1 y ya veía el trofeo en sus manos. Pero, en el minuto 73 la final cambió. Peter Murphy y Bert Trautmann pugnaron por un balón y se produjo un choque tremendo. A Murphy no le pasó nada. Trautmann se rompió la segunda vértebra. El meta germano siguió jugando la final. Cuajó unos 17 minutos finales de muchísimo mérito realizando varias paradas decisivas y se convirtió en el héroe del Manchester City. ¿El problema? Que días más tarde no recordaba nada del partido. Trautmann ya era un héroe.

Nunca más volvió a ser criticado por los aficionados del Manchester City. Su pasado había quedado atrás y ya no le importaba a nadie. Trautmann había tenido una oportunidad para redimirse y lo había hecho con el fútbol como excusa. No solo era valorado por los hinchas de su equipo y por sus compañeros. Bobby Charlton, leyenda del Manchester United, llegó a afirmar que Trautmann era “el mejor portero al que me he enfrentado”. El guardameta dejó el fútbol y se dedicó a entrenar sin demasiado éxito hasta que decidió asentarse en España, no sin antes recibir el título de Caballero del Imperio Británico de manos de Isabel II. Trautmann falleció en 2013 sabiendo que había conseguido la redención. Ya no era recordado como un villano. Ahora, era un héroe.

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