Nunca dejar de creer

Javier Siñeriz Casado
4 min readOct 28, 2020

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El conocido ‘nunca dejes de creer’ es una frase íntimamente ligada al Atlético de Madrid. Sin embargo, si hacemos una reflexión profunda, nos damos cuenta de que es aplicable a muchos equipos en muchas circunstancias. Sin ir más lejos, el Real Madrid hace gala de dicha expresión muy a menudo. Da igual si la llamamos Copa de Europa, Champions League o Liga de Campeones, el feeling del Madrid en la máxima competición continental es especial. Ayer, lo volvió a demostrar en Mönchengladbach. Con un 2–0 en contra en el minuto 87 el equipo de Zidane consiguió empatar el partido. Algunos jugadores habían dejado de creer, pero Casemiro no.

Carlos Henrique Casemiro no conoce la rendición. En su cabeza no existe la posibilidad de dejar de luchar, de dejar de creer. El partido del Real Madrid en Alemania no fue, ni mucho menos, tan malo como el de la pasada semana frente al Shakhtar. Sin embargo, tampoco fue brillante. El Borussia Mönchengladbach creaba peligro con muy poco y el equipo blanco no encontraba la manera de finalizar con éxito sus llegadas. El problema del gol sigue latente y ayer se volvió a demostrar. Pasó igual con la fragilidad defensiva, este Madrid no es el equipo fiable que el año pasado ganó La Liga.

Con tres tiros a puerta en contra y, muy posiblemente, sin merecerlo los de Zidane se vieron 2–0 abajo. El plan defensivo no funcionaba. La presión no era mala, pero el Mönchengladbach conseguía salir. Cuando los germanos conseguían correr, la transición defensiva hacía aguas. El planteamiento ofensivo también. Esa vieja idea de colgar centros al área con Benzema, Vinicius y Asensio no parece que vaya a ser la que más réditos le dé al conjunto blanco. El Real Madrid se volcaba en el área, pero no encontraba situaciones claras de peligro. La entrada de Hazard y su buen entendimiento con Benzema arrojaron algo de luz a los ataques madridistas, pero el gol seguía sin llegar.

Corría el minuto 87. El Madrid seguía sin encontrar soluciones y era prácticamente un milagro pensar en no perder el partido. Fede Valverde -que debe ser titularísimo en el Real Madrid- colgó un balón al área que se presumía fallido. El balón parecía que se iba a perder por la línea de fondo hasta que alguien llegó. Carlos Henrique pensó que ese balón era salvable. Tenía razón. Casemiro devolvió al corazón del área un balón imposible, un balón perdido. Benzema aprovechó esa dejada para marcar el 2–1, todavía quedaba tiempo. El Madrid lo sabía. Casemiro también.

Zidane mandó a los suyos arriba. El plan seguía siendo el mismo. Colgar balones al área para ver si caía el gol. Sin embargo, ahora sí había rematadores. Varane y Ramos dejaron su posición como centrales para acompañar a Benzema en el área en busca de la épica. Atrás se quedaba el hombre que no deja de luchar, el que no deja de creer. Casemiro era el ancla que sostenía al Madrid en las últimas acometidas de los germanos, pero el destino le tenía guardado un regalo. El partido agonizaba y el Madrid necesitaba un gol para no ver peligrar su pase a la siguiente ronda. Y el gol llegó. Modric puso un centro perfecto para que Ramos la dejara y Casemiro fusilara a Sommer. El ansiado empate llegó. ¿Cuál fue la actitud del Madrid? Coger el balón de la portería y buscar la victoria.

La victoria no llegó y el Madrid se complica la clasificación para los octavos de final, pero podría haber sido peor. Si no llega a ser por Casemiro el Madrid tendría ahora mismo cero puntos en la Champions League. Esa entrega y ese no dejar de creer definen al brasileño y al Real Madrid. Lo que no define al conjunto blanco es la frase de uno de sus jugadores al final del partido. “El resultado sabe a tres puntos”, afirmó un jugador blanco. En el Madrid eso no vale, siempre hay que ganar. El conjunto madridista se define con otra frase muy atlética, aquella de Luis Aragonés de “ganar, ganar y ganar y volver a ganar”. Luis decía que eso es el fútbol. Tenía toda la razón del mundo. El Real Madrid lo sabe muy bien. Carlos Henrique Casemiro también.

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